viernes, 2 de marzo de 2007

De mayor también quiero discutir

Venía andando hacia casa por detrás de una iglesia cuyo nombre no me da tiempo a consultar en la enciclopedia googliana, cuando me he cruzado con unos cuatro ancianos con el gesto torcido. Probablemente habían salido de una tasquilla que hay en la esquina, territorio vedado para los menores de setenta y exclusivo para los jugadores de mus.


Según me he iba acercando, oía algún gruñido, algún "me cagüen la mar", algún "joé, Paco". Suelo practicar un deporte muy distractivo (ya sé que no existe). El de pensar qué piensa la gente, de qué habla, por qué habla de eso. Y eso he hecho. Pero después de haber escuchado un par de frases de aquellos hombres delgaduchos y encorvados, me he dado cuenta de que soy muy mala jugadora. No discutían por una partida de mus.

-Eso supone pensar que todos somos buenos, y somos más malos que arrancados.
-No funciona, no funciona.
-Pues yo te digo que sí, chico. Mejor que esto...
Discutían sobre el comunismo.

La primera vez que oí hablar de él tendría unos diez años. Mi enciclopedia multimedia no era entonces una web, sino mi madre, que siempre ha tenido una impresionante capacidad para integrar rostros, sonidos, imágenes, olores e historias en cada frase que dice. "Es compartir todos todo. El pan, la casa, el trabajo... Que no haya diferencias entre la gente". Algo así me dijo. Después -supongo que transcurridos unos años- lo hablé con mis amigos del colegio, y la conversación se parecía bastante a la de esos señores en la esquina de la iglesia.

Me encanta que haya temas que nunca se acaben.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Son temas como mágicos, creo, como que nos hacen pensar que igual es posible vivir mejor, o que más gente viva mejor. ´Tu madre muy jarta, eh? no me quiero ni imaginar lo que me hubiera contestado la mia. Un beso ciberperiodista!!

Anónimo dijo...

Tú sabrás si tu madre habría contestado lo mismo o no, Carol, aunque quizás de una manera más discreta e incosciente no anda tan lejos de esto. Leo la respuesta de la madre de Leyre y dice: "Es compartir todos todo. El pan, la casa, el trabajo..."

Qué geniales los hombres de la tasquilla. Mañana ingresaremos allí, hoy toca cafeterías y pubs. Sí que son temas mágicos, inagotables. Y también es inagotable el placer de discutir tranquilamente con amigos de cualquier cosa de estas, intentando arreglar el mundo en un chasquido de dedos. Yo también soy un escucha-conversaciones. Ayer mismo, una de estas.

Por cierto, ¿seguro que decían "me cagüen la mar" y "joé"?

Anónimo dijo...

Soy consciente de que es muy bilbaino lo de "mecagüen la mar", pero fue así, purista del navarrismo. ¡Que os estamos colonizando! Oye esos hipervínculos interblogianos que haces... me c****.
Mi madre no intentaba convencerme del comunismo, pero es una manera de explicárselo a un niño (bueno, niña, que yo sepa). Hablarme de Stalin habría sido un poco fuerte.

Anónimo dijo...

La gracia de un blog es escribir en él.